Sabìas que...? Un poco de Historia
De
todos es sabido que no siempre existieron las comodidades de las que
hoy disfrutamos para lavar la ropa. Antaño, esta larga, cansada,
incómoda y tediosa tarea se realizaba en el río golpeando la ropa contra
las piedras, restregándola y frotándola con arena para arrancar la
suciedad. La mente humana, ingeniosa ella, desde siempre ideó mecanismos
que facilitaran esta labor. Se sabe, por ejemplo, que los antiguos
egipcios ya usaban unos batidores de madera con los que golpeaban las
ropas contra las piedras.
En la época en la que transcurren muchas
de nuestras novelas esta labor era algo muy trabajoso, pues hasta que
no aparecieron las primeras lavadoras toda la ropa había que lavarla a
mano. Esta tarea suponía un trabajo tan agotador que se consideraba
causa de numerosas enfermedades.
Hasta el siglo XVIII, incluso en los
hogares ricos, se lavaba la ropa cada cuatro o seis semanas. El mal olor
de las ropas se paliaba con perfumes y colonias. Pero para algunos esto
no significaba suciedad, dejadez o falta de higiene, pues las clases
socialmente altas tenían suficiente ropa como para poder cambiarse tan a
menudo como quisieran.
El día de lavado en una noble casa
victoriana era un acontecimiento importante. La mano de obra que para
tal efecto era necesaria era una de las razones de hacerlo con tan poca
frecuencia y para que así fuera económicamente más viable.
Las
casas grandes y pudientes tenían su propio espacio dedicado al lavado
de ropa, mientras que los hogares más pequeños debían contentarse con
usar sus cocinas o los patios para tal efecto. Antes de que las casas
tuvieran agua corriente, esta, a menudo, debía ser traída desde cierta
distancia. Se intentaba almacenar el agua de lluvia y las comunidades
rurales usaban el agua de ríos y arroyos para el lavado.
Las familias con buenos ingresos
económicos tenían una criada específicamente para hacer frente al lavado
doméstico, pero el resto de casas tenían que valerse por sí mismas o
emplear para la ocasión los servicios de una lavandera. Las lavanderas, a
veces, iban a las casas a lavar la ropa, sin embargo, lo que a menudo
hacían era llevarse la colada y lavarla en sus propios hogares. Esta,
para una mujer casada, era una forma inestimable de conseguir unos
ingresos extras para su familia, y para una mujer soltera o viuda, algo
que podía ser crucial para sobrevivir. Sin embargo, fue siempre fue un
trabajo agotador y difícil. Las mujeres trabajaban seis días a la semana
y en muchos casos era el trabajo de toda su vida.
El proceso de lavado se prolongaba
durante la mayor parte del día, habitualmente los lunes, y había que
comenzar muy temprano. Se lavaba en tinas hechas por lo general de
madera. El lavado se hacía con un palo con un extremo en forma de cono o
terminado en un pequeño taburete de tres patas. La ropa se sumergía en
agua hirviendo y con el palo se agitaba la ropa.
El
jabón estaba elaborado con grasa animal y hervido con lejía y
restregaban y frotaban las prendas sobre una tabla. A la ropa blanca
también se le añadía blanqueadores y añil. Para preservar los tejidos y
sus colores usaban, por ejemplo, sal para la lana y para mantener el
color azul, y alumbre o vinagre para los verdes oscuros. Las sábanas y
la ropa de cama se cubrían con agua tibia y un poco de soda y luego se
dejaban en remojo durante la noche. La ropa grasienta se sumergía en una
solución de media libra de cal viva por cada seis litros de agua. La
ropa manchada de cera de velas y del aceite de las lámparas se limpiaba
con trementina mezclada con tierra de batán. La tinta se quitaba con
jugo de limón, y las manchas de fruta con leche caliente. Se lavaban
primero las mejores prendas de vestir, después la ropa íntima y para el
final se dejaban las cosas más mundanas, tales como los paños de cocina,
bayetas y, finalmente, los trapos utilizados para limpiar los orinales.
Para la ropa de cama, delantales,
cuellos y las camisas de los hombres se utilizaba almidón de patata o de
harina de arroz, y las prendas con volantes se sumergían en agua a
fuego lento en una especie de gelatina formada por una mezcla de
almidón, bórax fundido y cera diluida.
Hasta mediados del siglo XIX las tablas,
las tinas y los demás útiles para la colada eran principalmente de
madera. Para que fueran resistentes al agua, la madera se dejaba secar
durante 18 meses antes de usarse. Posteriormente, las nuevas tablas de
lavar, de zinc, hierro o vidrio, tuvieron una excelente acogida.
Hacia el siglo XIX las lavanderías
privadas tenían el suelo de piedra, pilones de ladrillo y un canal de
desagüe. La colada se hacía en tinas de madera, algunas con grifos de
agua caliente y fría. Durante el invierno, la ropa se colgaba en
tendederos de madera y se dejaba secar en una habitación calentada por
un horno. En las zonas rurales podía verse la ropa colgada en los campos
segados.
Los lunes se clasificaba la ropa en
montones de blanco, color y lana. Los lazos, encajes y botones,
demasiado delicados para sobrevivir al lavado, eran retirados por las
doncellas. Posteriormente, se frotaban las manchas de grasa con lejía y
se dejaba la ropa a remojo en agua tibia con sosa.
Los martes se encendían las calderas. La
ropa blanca se lavaba al menos tres veces por separado, con jabón y en
agua muy caliente, todo lo caliente que las manos pudieran soportar; la
ropa de color y la de lana se lavaban en agua fría para evitar que
destiñera o encogiera.
Las mujeres escurrían la colada con sus propias manos. Una vez escurrida, la ropa se colgaba en tendederos.
George Jee, en 1779, diseñó la
escurridora. La ropa pasaba entre dos rodillos accionados por una
manivela. Los rodillos eliminaban el exceso de agua y daban a la ropa un
primer estirado. En 1850 estas máquinas se vendían en todas partes.
Cuando la ropa estaba casi seca se planchaba sobre una superficie
cubierta con una manta, con planchas de hierro calentadas al fuego.
Los
primeros inventos para aliviar esta dura tarea aparecieron en 1691,
cuando en Inglaterra se patentó la primera máquina de lavar. Sin embargo
no se sabe si alguna vez llegó a fabricarse. Sí hay constancia, sin
embargo, de diversos diseños de lavadoras manuales a lo largo de todo el
siglo XVIII. Estas máquinas constaban básicamente de un tonel con
paletas en su interior. El tonel se llenaba de ropa y una manivela hacía
girar las paletas. Sin embargo, estas máquinas se estropeaban enseguida
y destrozaban frecuentemente la ropa.
A finales del siglo XVIII, al bajar el
precio de la tela con la Revolución Industrial, la gente corriente pudo
entonces cambiarse de ropa más a menudo, lo que también hizo que
aumentase el volumen de la colada. Las mujeres usaban como mínimo tres
capas de ropa interior y lo normal era lavarlas una vez a la semana.
Resultaba más económico hacer la colada en casa, si bien las lavanderías
siguieron floreciendo en las grandes ciudades.
La agotadora tarea de lavar la ropa
apenas cambió durante mucho tiempo hasta que aparecieron las primeras
lavadoras eléctricas. Sin embargo, la proximidad del agua y la
electricidad hizo que en un principio resultasen peligrosas y fueran
miradas con prevención por sus usuarias.
-Robinson de Lancashire en 1780, patento una máquina para lavar y escurrir la ropa.
-Henry Sidgier en 1782, creo una lavadora para utilizar manualmente. Estaba compuesta por un tonel de madera y una manivela.
-Hamilton Smith en 1858, le agregó un tambor de engranaje que permitía que rotara en ambos sentidos.
-En 1880, en Ucrania, con el fin de
lavar la ropa en los hospitales, se creó una maquina que además de
cumplir su misión de lavado también secaba la ropa.
-La primera lavadora eléctrica fue
creada por Alva J. Fisher en el año1901, aunque hasta 1910 no patentó su
invento. Su uso se generalizó cuando la electricidad ya no era un
privilegio. Esta lavadora tenía un motor que hacia rodar un tambor
metálico.
Dos empresas se disputan la lavadora
automática que conocemos hoy: Bendix Corporation (1937) y General
Electric (1947). Recién creadas estas máquinas tenían un costo muy alto y
su seguridad era mínima, había que sacar las prendas a través de dos
rodillos que se hallaban en la parte superior. Solamente después de la
Segunda Guerra Mundial despegó la venta de lavadoras.
En los años 60 se empezó a innovar con
este artefacto tan amado por las amas de casa puesto que tanto facilitó
su trabajo a la hora de realizar la colada. Se incorporó un tambor
mecánico, se añadió el centrifugado y un control temporizador. Mucho
después, con los sistemas informáticos, se le agregó un microprocesador
que es el que da las diferentes opciones de lavado.
*Artículo realizado con la colaboración de Rociodc
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